lunes, 21 de octubre de 2013

Capítulo IV

-¿Alguna vez has sentido como tu mundo de golpe se hace pedazos? ¿Alguna vez has sentido que no tienes a nadie? ¿Qué estas solo? Porque yo si. Desde aquel día, no he vuelto a hablar con nadie, no he vuelto a pensar en nada, en nadie. Desde aquel accidente mi vida ya no tiene sentido. Nunca llegaré a entender por qué sucedió. Desde ese segundo exacto en el que todo se desmoronó, ya nada es igual. ¿Para que sonreír si no tienes un motivo? ¿Para que reír, para que soñar, para que vivir, si sabes que todo antes o después se acabará? Es increíble como una llamada puede cambiar tanto la vida de alguien. Es increíble como en dos segundos todo se puede ir a pique. Una vida llena de esperanza, de luz, de sueños por cumplir, convertida en una vida oscura y llena de soledad. Hace meses que no soy yo. Él me dice que lo olvide todo, que siga mi vida, que sea feliz. Pero no puedo, no puedo salir a la calle sin desmoronarme, no puedo ir a clase porque me echo a llorar, no puedo dar dos pasos sin caerme. No puedo seguir. Muchas noches no duermo en casa, me tumbo en algún banco del parque y me paso toda la noche mirando las estrellas y recordando aquellos días en los que todo solía ir bien. Mi familia está preocupada, me llevaron a un psicólogo para que me ayudara, yo me negué a ir. Ellos insistieron y acabaron obligándome a ir. Me dejaban en la puerta y cuando veía que se iban me escapaba y no volvía hasta tres días después. Creo que aprendieron la lección. No consiento que nadie me diga lo que tengo que hacer. No he hablado con nadie en mucho tiempo. Desde aquel día, nunca me he atrevido a pronunciar en alto nada de lo que pasó, nada de lo que sentí. He aprendido a vivir en silencio, a no compartir con nadie nada de lo que siento. Soy fría, la gente no se acerca a mi, suelo ser bastante borde o a veces incluso ni respondo cuando me hablan. La gente piensa que me he vuelto loca desde lo que pasó aquella noche, y, a veces, yo también lo pienso. Todos los días voy al parque, me tumbo en la gran explanada y respiro hondo, siempre suelo acabar llorando de nuevo, o pensando en todas esas cosas que me hubiese gustado hacer y no pude. Le perdí, aunque no del todo. Porque de algún modo, sigue conmigo. No puedo olvidar algo tan importante, no puedo olvidar a alguien que un día lo significó todo para mi. Las cosas no funcionan así. No puedo recuperar mi vida, si me falta un pedazo de ella...
En ese momento noté como una lágrima empezaba a caer por mi cara. Nunca había hablado de esto con nadie, y aunque no se lo había contado todo, ya sabía demasiado.
-Eh, venga, no llores, no soporto verte así.
Me alzó la cabeza y me abrazó. Hacía meses que nadie me abrazaba, hacía meses que no sentía la piel de otra persona junto a la mía. Fue una sensación extraña, ya no recordaba ni cuanto solía durar un abrazo, así que esperé a que me soltara él. Se apartó suavemente de mi y me miro fijamente a los ojos. Sus profundos ojos azules me dijeron mucho más de lo que nadie había conseguido decirme en mucho tiempo. Su mirada me transmitió una confianza casi instantánea. Me daba la sensación de que lo conocía desde hace mucho tiempo. Me entraron ganas de contárselo todo. De contarle los detalles, de decirle todo por lo que estaba pasando, pero todavía era pronto, por una vez alguien había conseguido hacerme sentir viva otra vez. Y no iba a cagarla, no iba a fastidiarlo todo. Preferí callarme, sabía que si se lo contaba todo iba a perderle, y no se por qué, pero ahora no podía permitirme eso. Le miré tan fijamente que pude notar hasta lo que intentaba decirme y no sabía como hacerlo. Le abracé con fuerza.
-Gracias.
Le susurré.
-¿Gracias por qué?
Me preguntó susurrando.
-Gracias por escucharme.
Le abracé con más fuerza todavía.