lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo XIV

Estaba allí, viendo reflejado en mis ojos el accidente de aquella noche. Conducías tranquilo, la radio estaba apagada y tu y yo charlábamos sobre esa película que nos había gustado tanto. Entonces las luces de aquel camión te deslumbraron, quisiste acelerar para perderlas de vista pero te chocaste con el de frente. A partir de aquí ya no recordaba nada. Sentada en el borde de aquel puente con los ojos empapados de lágrimas que no entendían nada. Hacía un esfuerzo por llenar esos espacios en blanco pero no había manera. Me sentía más sola que nunca. Quería irme, de verdad que lo necesitaba, irme a donde fuera que estuvieses tú joder...
-Yo alargué el bazo para que no te chocaras con el cristal de delante, di un volantazo intentando esquivar al camión, pero este nos arroyó, ¿ves ese hueco vacío del puente? Si ese hueco de allí que no tiene barrera. Chocamos contra él y fue incapaz de parar nuestro coche, caímos al río.Vi como el agua nos inundaba, como poco a poco nos devoraba. Te miré, lo sentía tantísimo... Oí los pitidos de los coches, parece que alguien se lanzó al agua para sacarnos. Te desabroché el cinturón y alguien rompió la ventana y te sacó a la superficie. Fui a desabrocharme el mío pero... Estaba enganchado, no conseguía soltarlo. Forcejeé con él pero no hubo forma de soltarlo. Pensaba que ese era mi final, que nuestra historia se acababa aquí. Cerré los ojos y me dormí pensando en ti. Cuando desperté estaba en un sitio tranquilo, un sitio un tanto peculiar. De repente algo me hizo aparecer en aquella azotea junto a ti, por un momento pensé que todo había sido un sueño. Después de aquello caminé perdido hasta llegar a  lo que parecía la habitación de un hospital. Había alguien tumbado en la cama, era yo. Oí al médico como le decía a mi madre que me había quedado en coma, que había estado demasiado tiempo debajo del agua. Mi madre le preguntó que si había posibilidades de que yo me despertase algún día, él le dijo que sí. Una entre un millón... Pero le dijo que yo era un muchacho fuerte, que lo conseguiría. Necesitaba encontrarte, decirte lo que estaba pasando, pero no sabía como. Y aquí estoy, ni se cómo ni se por qué, pero te tengo aquí.
Era verdad joder, estabas ahí, a mi lado junto a la barandilla de aquel puente. Yo seguía sin poder creerlo, notaba un vacío tan jodidamente grande en el pecho. Me aupé a la barandilla.
-¿A donde vas?
Gritaste asustado.
-Contigo.
Te dije muy segura.
-Esto no funciona así.
-Alex, no pienso romper la promesa que nos hicimos.
-Yo tampoco la voy a romper, te lo juro, me voy a despertar, pero por favor, necesito que bajes de ahí y que me prometas que me esperarás el tiempo que haga falta.
-Pero Alex, yo..
-¡PROMÉTELO!
Bajé temblando de la barandilla.
-Te lo prometo.
Te dije mirando hacia el suelo.
-Ahora mírame a los ojos y promételo de verdad.
Te mire a los ojos llorando.
-Te lo prometo.
Sonreíste, llorando tú también y te esfumaste entre la niebla.
Las cosas cambiaron tanto desde entonces... Me aislé del mundo, cada noche quedábamos en aquella explanada alejados del mundo, hablábamos durante horas, e incluso días. Dejé de ir a clase, dejé de pasar por mi casa. Yo solo me limité a desaparecer del mundo. Y ahora aquí estoy, sentada en la terraza en casa de Adrian, sin ti. No se como hemos llegado a esto la verdad. Al principio me dolió tantísimo... Pero ahora... Ahora me da igual.
-¿De verdad te da igual Alicia?
-Si.
-No sabes mentir.
-Intento que me de igual, ¿vale? Fuiste tu el que decidió acabar con esto.
-Y tú la que decidió sustituirme.
-Yo no te he sustituido Alex.
-¿Y ese tal Adrian?
-Un amigo.
¿Por qué le estaba mintiendo?
-Alicia, ¿con quién hablas?
Eran Adrian, había vuelto de comprar la cena.
-Con nadie, solo estaba pensando en voz alta.
Alex me miró con cara de odio y se esfumó.


Capítulo XIII

-Alicia, ¿sabes donde estás?
-En un hospital.
-Y... ¿sabes por qué?
-Alex y yo chocamos con un camión, pero los dos estamos bien.
Cuando pronuncié esas palabras pude ver la expresión de dolor en los ojo de mi madre.
-Hija... Verás...
-¿Qué pasa mamá?
-Alex...
-¿Qué pasa con Alex mamá?
-Alex no está bien...
-Va mamá, no bromees, acabo de estar con él, hemos estado hablando, solo llevaba magulladuras.
-¿Dices que has estado hablando con él?
-Sí, hace un rato, en la azotea.
-Pero... Alicia cuando he subido estabas sola.
-Ya lo se, habrá pensado que eras alguien del hospital y se habrá escondido para que no le dijeses nada.
Mi madre me miró aturdida, la vi salir de mi habitación y vi como se puso a hablar con una enfermera, las dos me miraron con lástima. La enfermera entró, me volvió a conectar todos esos cables absurdos, me dijo que descansará, que mañana tenía que hacerme bastante pruebas.
-¿Tendré algún rato libre para ver a mi novio?
Le pregunté inocentemente, pero no me contestó. Los días siguientes parecía que todo el mundo me estaba ocultando algo. Nadie se paraba mucho rato a hablar conmigo, en cuanto te mencionaba todos apartaban la mirada y cambiaban de tema. Me acerqué a la recepción del hospital para preguntar en que habitación estabas pero me ignoraron. Parecía que todo el mundo escondía algo, que había algo que yo no podía saber. Y entonces, empecé a temerme lo peor. A lo mejor tenías alguna hemorragia interna, por eso anoche parecías estar tan bien. Pasaron los días, no me dejaban salir de mi habitación. Todo eran pruebas y más pruebas... Cuando acabaron la pruebas me dijeron que me tenía que quedar un tiempo más allí, para mantenerme controlada y eso. Ese mismo día vinieron mis dos mejores amigas a verme. Entraron en la habitación tan tristes... Las dos me abrazaron casi llorando.
-Lo siento Alicia.
-Eh, ¿pero qué pasa? Estoy bien, son unos días para comprobar que todo va bien y me dejaran volver a casa.
-Pero.. Alicia...
Antes de que mi amiga acabara la frase mi madre entró en la habitación.
-Chicas ya, demasiadas visitas por hoy, necesita dormir.
¿Necesita dormir? ¿A las seis de la tarde? Algo raro estaba pasando aquí.
-¿Pero que dices mamá? ¿Vas a explicarme ya de una puta vez que está pasando? ¿Por qué todo el mundo parece que siente tanta lástima por mi? ¿Qué cojones pasa? ¿Me estoy muriendo o algo? Si es así sera mejor que me lo digas ya joder.
Antes de que acabara de gritarle, antes de que acabara de soltarlo todo me interrumpió...
-No Alicia, no te estás muriendo. No necesitas saber más.
-¿Qué no necesito saber más? ¿Pero tu quien cojones te crees que eres para decidir por mi?
Le grite tan fuerte como pude, mis amigas no podían articular palabra alguna y por supuesto, mi madre entró en mi juego.
-¿Qué quien cojones soy? Pues soy tu madre y haré lo que crea más adecuado para mi hija. Y si creo que no estás preparada para escuchar algo que va a hacerte daño pues evitaré con todas mis fuerzas que lo escuches.
-No puedes mantener la boca de todo el mundo callada durante tanto tiempo, no puedes vivir en una mentira constantemente, por dios, que no tengo 5 años. Sabes que puedo con cualquier cosa, pude con el cáncer del abuelo, pude con el accidente de la tía, pude con...
-No sigas.
-¿Qué no siga con qué? ¿Con la aventura de pap...
Me cruzó la cara, me dio una bofetada la cual hizo a mis dos amigas abrir los ojos como platos. Se hizo un silencio profundo en la habitación. Le escupí en la cara. Le escupí con tanto odio que ni yo misma me reconocí. Me levanté y me fui por la puerta.
-¿A donde vas?
-Con Alex.
Fue decirle eso y se echó a reír.
-¿De qué coño te ríes gilipollas?
Le dije mirándole con desprecio.
-Alex no está, ¿sabes?
Me dijo con un aire de superioridad que me produjo arcadas.
-¿De qué coño hablas?
-El accidente, tú te despertaste, él no.
-¿...qué?
Me costó articular esa palabra, ¿qué no se despertó? ¿cómo que no se despertó? Agarré el jarrón que había al lado de la puerta y lo lancé al suelo. Me di media vuelta y empecé a correr, corrí desesperada, salí a la calle y seguí corriendo. No sabía hacia donde estaba yendo. Solo quería verle, saber que eso que mi madre había dicho era mentira. No se por que, ni se cómo, pero cuando me quise dar cuenta aparecí en aquel puente, aquel puente donde te vi sonreír por última vez.



Capítulo XII

Hola Alex, porque estés donde estés necesito que escuches esto...
Es fácil perder el norte, es fácil perderte entre tantas miradas, entre tantas falsas sonrisas, entre tantos abrazos de compasión. Tanta gente diciéndote que todo irá bien... Unos te miran, con lástima, otros solo con odio, te culpan por algo que tú no has hecho, por algo de lo que sin ser culpable te arrepientes. ¿Por qué? ¿Por qué a mi? ¿Por qué yo? Suena tan egoísta que jamás me lo pregunté. Los primeros días fueron algo turbios, borrosos. Silencios que rellenaban los huecos en blanco de mi memoria. Tan solo recuerdo las risas y ese beso en el cuello que te di segundos antes de que nuestro coche chocara de frente con aquel camión. Llovía tanto... La visibilidad era tan poca... Cerré los ojos, cuando los abrí estaba empapada dentro de una ambulancia, giré la cabeza y allí estabas tú, tumbado, tu cabeza iba de lado a lado con los giros bruscos que el conductor daba. "No te duermas", "No cierres los ojos", "Alicia, no te vallas"... Eran tantos los gritos de voces desconocidas que golpeaban mi cabeza... Pero yo seguía mirándote, primero sonriente, luego... luego me di cuenta de que no respirabas, de que no conseguían reanimarte... Me intenté incorporar "¡Alex!", "¡Alex dime algo!", "Alex...". No reaccionabas, tu cuerpo estaba inerte, tirado junto al mío. Los enfermeros me sujetaron mientras gritaba y lloraba desconsolada. Cuando abrí los ojos estaba en lo que parecía la habitación de un hospital. Gire la cabeza hacia un lado, luego hacia el otro, el intento de buscarte, la esperanza de pensar que estarías junto a mí fue inútil. Mi madre estaba junto a mi cama, dormida en una butaca que parecía de lo más incómoda. Miré el reloj, eran las cuatro de la madrugada. Me quité todos los cables y las agujas y me levanté, despacio, en silencio. Salí al pasillo, mire en todas y cada una de las habitaciones de la planta y no estabas. Pensé lo que era evidente, que te habías ido, que me habías dejado sola aquí, rodeada de gente que solo iba a hacerme daño, gente que iba a hacerme preguntas para las cuales yo no tenía respuestas. Ni lloré; tú y yo nos habíamos hecho una promesa "Siempre juntos" y yo no iba a romperla. Subí a la azotea por las escaleras de emergencia, supuse que a esa hora no habría nadie por allí. Cada escalón que pisaba era un recuerdo volviendo a mi mente, un beso tuyo, un abrazo, o la primera vez que te vi, aquella petición de amistad en Facebook o aquel primer "Hola" que me dijiste en aquel parque, planear nuestro futuro juntos era tan bonito... Pisé el último escalón con fuerza y abría la puerta de la azotea. Una puerta gris y pesada, ella era la única que habría podido evitar lo que iba a hacer, pero ni ella consiguió frenarme. Caminé, con la cabeza alta hasta el borde y me senté encima. Mis piernas colgaban, la calle desierta junto a mis pies. Los coche aparcados entre la oscuridad parecían juguetes desde esta altura. Balanceé los pies una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... Y justo cuando tenía claro que iba a saltar, que te iba a ver al otro lado...
-Alicia, ¿qué haces aqui?
¡Eras tú! 
-¿Alex?
Te sentaste junto a mi, en el borde entre la vida y la muerte.
-¿Para que has subido aquí? Hace un frío horrible.
Me preguntaste. Yo lloraba, lágrimas de felicidad, así decidí llamarlas, porque a la vez que lloraba sonreía, me sentía estúpida, creía que te habías ido pero no, seguías vivo, estuve a punto de romper nuestra promesa.
-Quería tomar un poco el aire, no sabía donde estabas, no se muy bien que ha pasado.
Le mentí, no había subido para tomar el aire, pero lo otro si que era verdad, las piezas del puzzle no cuadraban.
-Ya la verdad es que yo tampoco se que ha pasado, recuerdo que salimos a cenar y te estaba llevando a casa, pero... esto no es tu casa. ¿Dónde estamos Alicia?
-¿No te lo han dicho?
-¿Decirme el qué?
-¡ALICIA! ¡DIOS MÍO! ¿QUÉ HACES AHÍ SENTADA? ALICIA POR EL AMOR DE DIOS NO HAGAS NINGUNA TONTERÍA, POR FAVOR.
Era mi madre, parecía que se había vuelto loca o algo, no paraba de gritar.
-Mamá tranquila estoy aquí tomando el aire y hablando un poco con Ale... ¿Alex?
No estabas, ¿te habías ido? Lo primero que hice fue mirar hacia abajo asustada, pero tampoco te habías caído. Miré de aquí a allá pero no estabas por ninguna parte.
-Cariño, aquí no hay nadie...
Dijo mi madre en voz baja acercándose poco a poco.
-Pero... ¡Si estaba Alex hace un momento!
Supongo que mi madre no se atrevió a decírmelo estando yo sentada allí.
-Ven cariño, entremos dentro, tengo algo que contarte...
Me cogió del bazo y me ayudó a bajar, me llevó lentamente hasta mi habitación, me sentó en la cama, se sentó en el borde de esta, me agarró las manos con fuerza y me lo dijo:

martes, 4 de febrero de 2014

Capítulo XI

A veces me pregunto si es posible soñar con los ojos abiertos. Dejar que tu mente vuele lejos, imaginar un mundo perfecto sin la necesidad de dormirse. Ahora mismo me estaba sintiendo así. Hacía tanto tiempo que no encontraba un motivo para sonreír que ya olvidaba hasta como se sonreía. Cuando pasas tanto tiempo sola aprendes a cuidar de ti misma, aprendes a sobrevivir sin la necesidad de otra persona, de otras palabras, de otras ideas o de otras opiniones. Pero, aunque aprendas a vivir sola, siempre va a quedar un hueco, un vacío en tu corazón. A simple vista parece invisible, pero si respiras hondo lo notas, notas como hay algo en tu interior que está mal. La verdad, no se que me daba más miedo; si el hecho de que ese vacío se hiciera más grande o el hecho de encontrar a alguien capaz de llenarlo. Ahora había encontrado a alguien y ya no había marcha atrás. Aunque creo que mi nuevo miedo era el hecho de perder a ese alguien, de perder a esa persona que me estaba haciendo revivir de nuevo. Yo era como una mesa de esas que solo tiene una pata en medio, si perdía a Adrian, a la única "pata" que me sujetaba, me iba a caer. No pensaba permitirme el lujo de perderle. No ahora. Sentía cosas por él, cosas muy fuertes que hacía meses que no sentía por nadie, pero seguía triste. Había algo en mi interior que todavía me impedía ser del todo feliz. Alex...
-Alicia, ¿tienes frío? Estás temblando.
De repente la pregunta de Adrian interrumpió mis pensamientos. Fue entonces cuando abrí los ojos. Llevábamos todo el día tirados en la cama descansando, viendo películas y riendo. Ya era tarde, la tele seguía encendida y en la pantalla se veía una película en blanco y negro. Debía de ser un tostón porque los dos nos habíamos quedado dormidos. 
-Pues si que tengo frío si.
Le contesté algo extrañada.
-Ven que te abrace boba, estás helada.
Entonces nos acurrucamos juntos en la cama. Parecía una de esas películas típicas de amor que cuando vas al cine a verlas toda la sala está llorando. Era todo tan bonito que asustaba, asustaba tanto que me rompí. Empecé a llorar. Intenté aguantarme las lágrimas pero no pude.
-Eh, eh Alicia, ¿qué te pasa?
Se incorporo rápidamente. Me incorporó a mi también mientras me sostenía la cara con sus manos y me secaba las lágrimas con su dedos. 
-Nada, que soy tonta.
Intenté sonreír para restarle importancia al asunto, pero después de esa sonrisa tan falsa me puse otra vez a llorar.
-Venga, Alicia, ¿qué pasa? Cuéntamelo, me tienes aquí para todo, ya lo sabes.
-Ese es el problema.
-¿Cuál? ¿Qué me tienes aquí?
-Si, eres demasiado perfecto, no te mereces a alguien como yo. Te mereces a alguien mil veces mejor que yo.
-Va, no digas tonterías.
-No son tonterías Adrian.
Le corté enfadada.
-Alicia, ¿que te pasa?
-Solo voy a traerte problemas, me siento como un peso para ti, como si lo hicieras todo por obligación, por pena. No quiero ser un juguet...
No me dejó acabar la frase, y enfadado pronunció las palabras, y digo "las" porque fueron únicas.
-Alicia, por ahí no paso. ¿Problemas? Mira desde el momento que te encontré tirada en el suelo muerta de frío la primera noche supe que eras alguien especial, cuando abriste los ojos y me miraste sentí algo dentro de mi, algo que me hizo sentirme vivo de nuevo. Acababa de pasar por una mala racha y esa noche conseguiste hacerme reír, me alegraste, me enamoraste. De ahí en adelante, rezaba cada segundo por recibir un mensaje tuyo, una llamada diciéndome que me echabas de menos o que simplemente te apetecía verme, algo para saber que te acordabas de mi. Deseaba con todas mis fuerzas que volvieses a subir a mi moto, que me volvieses a abrazar por la espalda. Necesitaba abrazarte yo a ti otra vez. Volver a mirarte a los ojos o volver a verte reír. Tu sonrisa... Es que joder tienes la sonrisa mas bonita del mundo. Cuando me llamaste la otra noche, llorando, se me calló el mundo a los pies. Tampoco habíamos pasado tanto tiempo juntos, tampoco habíamos hablado tanto, pero es que pensar que te perdía, sentir que te ibas para siempre me hizo tener ganas de irme contigo. Solo de imaginarme que nunca más iba a poder ver tu sonrisa se me hizo el mundo pedazos. Habría hecho cualquier cosa por ti. Lo habría hecho y lo haría ahora mismo. Porque siento que en este momento eres lo más importante que tengo. Es pronto para decir "Te quiero", por lo tanto no te lo voy a decir. Pero te necesito, te necesito conmigo todos los días, necesito asegurarme de que estás bien, de que sonríes. Necesito saber que nadie te hace llorar, porque nadie merece tus lágrimas. Así que no me vengas con bobadas Alicia, porque ahora mismo no te pienso cambiar por nada, no te pienso dejar escapar. Y si te quieres ir, no te lo voy a impedir, pero haré todo lo que pueda y más para convencerte de que te quedes. 
Después de que pronunciara esas palabras sonreí, sonreí como una tonta con la cara llena de lágrimas. Él me besó, me besó tan intensamente que no quería que ese beso se acabara nunca.
-Adrian, eres la única persona que me queda en el mundo, no quiero perderte, no quiero cagarla y perderte.
-No me vas a perder, no vas a cagarla, y si la cagas me vas a tener aquí para ayudarte a solucionar el problema.
-Gracias.
-¿Gracias por qué?
-Por darme motivos para seguir viviendo.
-Tienes mil motivos para vivir, no dejes que un día gris te hunda, no olvides que después de la tormenta siempre sale el sol.




viernes, 27 de diciembre de 2013

Capítulo X

-Alicia, Alicia.
Gritaba su voz asustada mientras corría hacia mi.
-Alicia, joder responde.
Chillaba su voz entre cortada mientras se arrodillaba y me acurrucaba sobre él.
-Alicia, ¿pero que has hecho?
Susurraba su voz, triste, vacía, mientras las lágrimas empezaban a caer por su mejilla. Me abrazó con fuerza, fue entonces cuando escuchó el latido algo débil de mi corazón. Todavía seguía viva. Se quitó la chaqueta de cuero y me la puso a mi, me cogió en brazos y se levantó. De repente empezó a caminar. Me llevó andando hasta su casa y él precisamente no vivía cerca. Caminó durante un buen rato y conmigo encima, solo de pensarlo me rompo en mil pedazos. Me duele solo imaginar en lo que estaría pensando mientras me llevaba a su casa. Tuvo demasiado tiempo para darle vueltas a demasiadas cosas, seguro que para entonces ya me odiaba seguro que para entonces ya no quería saber nada más de mi, seguro que para entonces ya no quería volver a verme, me tendría miedo posiblemente, como todos los demás. Cuando llegamos a su casa me tumbó en la bañera y la llenó de agua caliente. También me quitó la ropa mojada y me limpió las heridas del brazo y la de la muñeca. Me vistió con ropa suya y me acostó en su cama, él se fue a dormir al sofá. Se aseguró de que todavía respiraba y me dejó allí tumbada y tapada. Ni una palabra, ni una mueca, ni una sola expresión en su cara. Nada. Solo silencio y el silencio no me gusta nada. A la mañana siguiente entró en mi cuarto y abrió ligeramente la ventana, los rayos de sol me dieron justamente en la cara y me hicieron abrir los ojos lentamente. Me costó recordar donde estaba y como había llegado hasta allí. Me asusté, me asusté muchísimo al acordarme de todo. Entonces él entró con un vaso de leche caliente y unas galletas. Se sentó en la cama junto a mi y me lo ofreció. No dijo nada, ni tan siquiera me miró a los ojos. Yo lo cogí con delicadeza y bebí. Cuando acabé con el vaso de leche lo apoyé en la mesita de noche y cogí una galleta del plato que había dejado sobre la cama y la mordí. El ruido de mi mordisco rompió el silencio. Intenté masticar en bajito, tenía miedo de lo que fuera a decirme. Tenía derecho a todo, a gritarme, a insultarme, a odiarme. Pero no lo hizo. Simplemente se limitó a abrazarme. Ese abrazo me hizo derrumbarme. Apoyó la espalda en el cabecero de la cama y estiró las piernas. Yo me apoyé también y las crucé. Ambos estábamos cabizbajos, mirando hacia ningún sitio, pensando en silencio supongo.
-¿Por qué lo hiciste?
Me preguntó él con la voz algo temblorosa.
-A veces una se da cuenta de que no sirve para nada, de que estorba, y siente la necesidad de irse.
Respondí seria.
-Pero... no lo entiendo, ¿qué te ha hecho ahora sentirte así?
Me preguntó algo nervioso.
-Me sentía muy sola, había mucho silencio, empecé a pensar, empecé a comerme la cabeza y tomé la decisión más adecuada.
-¿Fue por qué tardé en llamarte? ¿Por qué pensaste que me olvidé de ti?
-¿Qué?
Cuando me preguntó eso me quedé inmóvil, ¿de verdad creía que era por su culpa? Me quería morir, pero ahora si que si. Acababa de hacer sentir culpable de mi casi suicidio a la única persona que me hizo aferrarme a la vida.
-Lo siento, de verdad. Jamás llegué a pensar que podía hacerte sentir así, enserio que lo siento. Solo quería hacerme de querer. Que te fijaras en mi, que me echaras de menos.
Entonces vi como una puta lágrima caía por su mejilla. 
-No lo sientas, no tuviste nada que ver en mi decisión, enserio, la historia es mucho más larga, el problema no empieza ahí. Enserio, me odio a mi misma por hacerte sentir así. Llego a tu vida y en dos días ya te la destrozo. Lo siento, de verdad, cada día noto que sobro más...
-Me tranquiliza oír que no es por mi, pero a la vez me preocupa; ¿qué puede llevar a alguien a intentar quitarse la vid...
No acabó ni la frase, supongo que le asustó el hecho de poder herirme.
-Mi vida es un desastre, nada va bien, mis padres no me quieren y la única persona que todavía me quería se ha ido para siempre. Me he quedado completamente sola, otra vez.
Estaba a punto de empezar a llorar.
-No estás sola, me tienes a mi.
Justo cuando pronunció esas palabras me eché a llorar. ¿Realmente tenía a alguien? Me abrazó, me acurrucó sobre él y me besó la frente. Estuvimos así durante horas. En silencio. Abrazados. Respirando uno al compás del otro. 
-Alicia.
-Dime.
-No quiero que vuelvas a hacer esto nunca más, ¿me prometes que no lo harás?
-Adrian, no te puedo prometer eso.
-Necesito que me lo prometas, necesito saber que no te voy a perder, necesito saber que vas a seguir aquí, conmigo, siempre.
Le miré a los ojos. Noté como sus ojos gritaban a gritos "Quédate" mientras sus labios pronunciaban una y otra vez "Te necesito" en silencio. 
-Yo también te necesito, eres la única persona en este planeta capaz de mirarme a los ojos.
-Pues que sepas que jamás voy a parar de hacerlo, tienes unos ojos preciosos.
-Gracias, has vuelto a hacerme sentir especial.
-Es que lo eres, enserio Alicia, eres muy especial para mi, no quiero perderte.
-Yo a ti tampoco...
-¿Entonces me prometes que no lo harás nunca más?
-Adrian no es fácil...
-¿Me lo prometes?
-Está bien, te lo prometo.
Entonces noté como nuestras miradas se fundían la una con la otra. Como poco a poco empezábamos a respirar el mismo aire. Como nuestras bocas cada vez estaban más juntas. Juntó su frente con la mía y a milímetro de mi boca susurró:
-Alicia, cuando digo que te necesito lo digo en serio.
Mi mirada estaba fija en sus labios y mi respiración comenzó a acelerarse.
-Adrian, cuando hago una promesa nunca la rompo, no pienso irme.
Entonces con su mano derecha me puso el pelo detrás de la oreja. Me acarició lentamente la cara y me besó. Juntó sus labios con los míos. Los milímetros que lo separaban de ser mío se consumieron en aquel beso. Llegaron mil recuerdos a mi mente, y todos se redujeron a pedazos. Ahora solo estábamos él y yo. Siendo uno. Todo era tan perfecto. Todo estaba en su lugar ahora. Que pena que aquello que le dije solo fuera el principio de una gran mentira.





jueves, 19 de diciembre de 2013

Capítulo IX

¿Qué pasa cuando mueres? ¿Qué pasa cuando tu tiempo se acaba, cuando te consumes? ¿Qué ocurre? ¿a dónde vas? ¿Qué ves? Son cosas que no se saben, por lo tanto nunca llegué a saber si morí. Nunca llegué a saber si alcancé mis más profundos deseos de desaparecer de este mundo. Ni una luz blanca al final de un túnel, ni alguien que estiraba de mi mano, ni recuerdos, ni imágenes de mi vida, nada, nada que me hiciera saber si realmente estaba muerta. Solo tranquilidad, solo calma, sequedad y soledad. No veía nada. Es como ese momento en el que intentas dejar tu mente en blanco y no puedes. Ese momento en el que intentas no pensar en nada y no puedes porque estás pensando en eso. Pues es como ese momento pero consiguiéndolo. Por fin tenía lo que quería, por fin me había conseguido quitar del medio. Ahora, lo que me preocupaba era la cara de la persona que me encontrara. La cara de Alex cuando viera lo que sus palabras habían conseguido obligarme a hacer. La cara de mis padres cuando se dieran cuenta de que ya no me tenían ahí. O la cara de... Por un momento me sentí egoísta. ¿Y qué pasaba con Adrian? Le había prometido que íbamos a volver a vernos. Y yo nunca rompo mis promesa. Por un momento necesité volver atrás, retroceder. Por un momento necesité volver al segundo exacto en el que decidí tomar esta decisión. Supongo que habría llamado a Adrian y con una voz entre dulce y triste le habría dicho que no iba a poder verle más, supongo que él me habría preguntado por qué, supongo que yo me habría echado a llorar y le habría dicho algo como que me iba a ir para siempre, supongo que el habría entendido a que me refería y hubiera venido a verme, supongo que hubiera venido y me hubiera gritado o simplemente me hubiera hecho entrar en razón, supongo que me hubiera impedido cometer esta gilipollez. Pero ya era tarde para suposiciones. Ya no había nada que pudiera hacer. Estaba ahí, no se muy bien en donde, no se muy bien si muerta, no se nada. No se que había pasado, ya no quería saberlo. Deseaba poder olvidarlo todo, deseaba poder volver atrás y hacer las cosas bien por una vez. Ahora si que me sentía estúpida de verdad. Entonces noté como algo acariciaba mi cara. Ni susurros, ni palabras. Solo algo que me tocaba la cara y se deslizaba por ella. Te juro que no se por qué ni como, pero abrí los ojos. Abrí los malditos ojos que me trajeron de vuelta al mundo real. ¿Qué había pasado? ¿No servía ni para quitarme del medio? Cuando abrí los ojos no vi nada, parecerá ridículo pero no vi nada, solo oscuridad y agua. Era la lluvia lo que me había despertado. Estaba empapada de los pies a la cabeza. Empapada y sola tumbada en mitad de la acera. Me incorporé lentamente y dirigí mi mirada asustada hacia mi muñeca. No se que me asustaba más; si que el corte no estuviera ahí y solo hubiese sido un sueño, o que realmente si que estuviera y verdaderamente hubiera intentado suicidarme. Fue entonces cuando vi el corte ahí, sangrando y algo dentro de mi se rompió, me asusté, me asusté mucho. Saqué el móvil del bolsillo. Estaba histérica, me temblaba el pulso. No se como ni por qué pero instintivamente marqué el número de Adrian. Cuando empezó a sonar me asuste, ¿qué iba a decirle? De repente descolgó.
-Si, ¿quien es?
Mi voz no se atrevió a hablar.
-¿Hola?
Repitió él algo extrañado.
-Adrian...
Me atreví a decir por fin.
-¿Alicia? Te oigo rara, ¿estás bien?
No se que me pasó, te juro que no se que me pasó, pero me rompí a llorar.
-Alicia, ¿qué pasa? ¿Dónde estás? 
Yo no podía parar de llorar.
-Adrian joder, la he cagado, la he cagado mucho...
-Alicia, tranquilízate, no será para tanto, ¿qué ha pasado?
-He hecho una tontería...
-¿Alicia que tontería?
-Una muy grande, y ahora estoy asustada, hay mucha san...
No pude ni terminar la frase, me rompí a llorar, empecé a temblar, no podía parar.
-Alicia, ¿donde estás?
Estaba muerta de frío, empapada, temblando, me acurruqué, me deje caer de lado tumbándome suavemente sobre el asfalto húmedo. Dejé caer el teléfono al suelo. Recuerdo que pude oír lo que me decía.
-Alicia, Alicia joder responde, Alicia, Alicia por favor dime algo. Joder contesta.
Me dolió mas a mi que a él, oírle así, oír como se preocupaba por mi.
-Ven...
Le susurré antes de cerrar los ojos completamente. Tragué saliva, y respiré hondo. Oí como la llamada se cortaba. Me encontraba tumbada tiritando, temblando de frío, de miedo, había mucha sangre, estaba muy mareada. Solo deseé que llegara ya, que me encontrará. De repente, entre el ruido de la lluvia escuché un motor, parecía el de su moto. Jamás había sentido esa tranquilidad que ahora me invadía. Le escuché frenar, parece que casi derrapó con el agua acumulada en la carretera. Le oí bajar de la moto y lanzar el casco al suelo, oí sus pasos corriendo hacia mi. Oí su voz histérica gritando mi nombre. Pero yo no podía abrir los ojos. No podía verle. No se si era falta de voluntad, cansancio o qué. Pero me asusté. ¿Y si ahora sí que estaba muerta de verdad?










martes, 17 de diciembre de 2013

Capítulo VIII

No había nadie allí. Solos yo y mi infinito dolor. El frío rodeo mi cuerpo tendido sobre la hierba húmeda. Boca arriba observé el cielo, las estrellas. De repente vi algo caer del cielo, parecía una estrella fugaz. Cerré los ojos con fuerza y pedí un deseo.
*Tráele de vuelta*
Cuando abrí los ojos, seguía sola. No se que esperaba, no se si realmente creía que iba a estar ahí, que estúpida era creyendo que pidiéndole un deseo a una estrella fugaz él iba a volver, se iba a dar media vuelta e iba a regresar aquí a pedirme perdón, ha disculparse o simplemente a charlar. Me reí con frialdad y mantuve la conversación más fría que jamás había tenido conmigo misma.
-Eres idiota, ¿de verdad creías que iba a volver? Te ha dicho que le das igual.
-Lose...
-Te ha dejado sola, ¿que coño te queda ahora?
-Tienes razón...
-No tienes a nadie, no hay nadie ahí para escucharte, para ayudarte, para quererte. Estas sola, estas jodidamente sola...
-Ya lo se...
-Alex ya no te quiere, habrá conocido a otra en ese lugar, ¿para que te quiere a ti si ni si quiera puede besarte? Seguro que te sustituyó hace mucho.
-Puede ser...
-No le importas, no le importa que llores, no le importa que te sangre la mano, no le importa que sufras, no le importas una mierda.
-Eso es verdad...
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Dime...
-¿Que haces todavía aquí? Desde el accidente te has estado castigando, has estado sufriendo un dolor que eras incapaz de ver. ¿Y todo eso por que? ¿Por un chico que te acaba de decir que le das igual? Eres patética. Lo has perdido todo, tus amigos, tu familia y ahora, la única persona que todavía parecía quererte te ha llamado cría en toda la cara, te ha insultado y luego se ha ido, para siempre.
-Lose joder...
-Estas sola. Podrida por dentro. Muerta por dentro. No eres tú. No eres esa chica de hace unos meses. Has cambiado, lo has perdido todo, eres la mierda que nadie quiere. No tienes a donde ir ni con quien hablar. Acaba ya con todo esto, le harías la vida más fácil a muchas personas.
-Tienes razón, no se ni por qué existo, todo sería más fácil si desapareciera joder.
Las lágrimas bañaban toda mi cara. El dolor recorría todo mi cuerpo, un dolor que no podía ver, un dolor que necesitaba saber que era real, un dolor que necesitaba ver con mis propios ojos para entenderlo. Entonces note un bulto en la suela de mis zapatillas, era un trozo de cristal del vaso que se había quedado clavado. Lo arranqué con fuerza. Apreté el puño izquierdo y sujete el cristal con fuerza con la mano derecha. No temblé ni por un segundo. Noté como el afilado cristal poco a poco rozaba mi muñeca. Como poco a poco se introducía en ella dejando salir toda la sangre, todo el dolor. Todo parecía estar en su sitio ahora. Ahora podía entender mi sufrimiento. Por una vez el dolor era lo suficientemente real como para ser creíble. La sangre empezó a caer por mi brazo bañando la hierba verde. De repente todo empezó a nublarse. Empecé a temblar. Dejé caer el fino cristal, el cual se perdió entre la hierba. Me puse de pie como pude y caminé hacia donde la otra vez Adrian había aparcado la moto. En lo más profundo de mi necesitaba que él estuviera allí. Pero por otra parte lo último que necesitaba era verle, sabía que iba a odiarme como Alex, lo tenía asumido, ¿quien iba a querer a alguien como yo? Nadie. Después de autoconvencerme de lo muy sola que estaba no necesitaba nada mas. Caminé con la vista borrosa, cada vez que parpadeaba todo parecía más bonito, así que poco a poco fui cerrando los ojos. Poco a poco fui dejando que mis venas se vaciaran, que mi alma se llenara de soledad. Poco a poco fui deshaciéndome, convirtiéndome en nada. Cerré los ojos, no quería ver más esa oscura realidad. Se que caí, se que me golpeé contra el suelo muy fuerte. Pero también se que ha nadie le importó, que nadie estuvo allí para ver lo que parecía mi final. Ni una voz, ni una mano que me ayudara a levantarme, ni un abrazo que me dijera que todo iba a ir bien. Nada. Pero en el fondo me dio igual. Ya tenía asumido que estaba sola, por eso preferí apartarme. Por eso preferí dejar de ser un problema para todo el mundo. Ya no habría más niña loca o sin amigos. Ya no habría más hija con problemas. Ya no habría más nada. Ya no habría más Alicia. Mientras mis ojos ya no veían y mi saliva se secaba para siempre, mientras intentaba respirar hondo por última vez, mi seca voz, entre susurros intento decir algo.
-Ayuda.
¿Qué? No me entendí. No entendía porque después de tener el valor de ponerle fin a mi historia, me arrepentía. Pero ya era tarde, ya me daba igual, lo hecho hecho está. Solté todo el aire que tenía dentro y decidí no respirar más. Note como poco a poco todos mis órganos se paralizaban. Note como poco a poco todos mis sueños se esfumaban. Dicen que antes de morir ves tu vida proyectada en imágenes que pasan muy rápido. Pero yo no vi nada, yo solo vi oscuridad, supongo que estaría demasiado contaminada como para ver algo claro. Y se acabó, pero no me importó, ya vería alguien el rastro de sangre que llevaba hasta mi cuerpo tendido en medio de la noche.