viernes, 29 de noviembre de 2013

Capítulo VII

-Alex, Alex, Alex...
Grité con fuerza mientras mi mirada histérica lo buscaba entre la niebla.
-Alex, Alex, Al...
Seguí gritando hasta que me eché a llorar. No podía más. Solo quería morirme. Esfumarme como las cenizas de un cigarrillo. Consumirme e irme para siempre. Quería irme lejos, tan lejos como para estar lo suficientemente cerca de él. De Alex. No podía aguantar no tenerle ahí para abrazarle infinitamente. Estaba harta de conformarme con su recuerdo. No podía seguir viviendo así. Le necesitaba y necesitaba saber por qué me había dejado tirada la otra noche. ¿Acaso ya no le importaba? ¿Acaso ya no me quería? Me eché a llorar solo de pensarlo. De repente una voz me hizo temblar.
-Estás horrible.
Era él.
-Gracias.
Le contesté con sequedad, aunque no entiendo por qué, ahora mismo lo único que necesitaba era verle, no entendí mi propia reacción.
-¿Eso de tu mano es sangre?
Señaló mi mano bañada de sangre, ya ni me acordaba, a penas podía moverla. 
-Si, es sangre.
Respondí mientras fingía no darle importancia.
-¿No habrás intentado hacer ninguna tontería verdad?
No se que estaba insinuando con aquella pregunta, o más bien, no quería saberlo.
-No, no lo he intentado, esas cosas no se intentan, se hacen y punto. Si eres lo suficientemente valiente como para imaginarlo también lo eres para hacerlo, ¿no?.
Le contesté con rabia, había entendido perfectamente a lo que se refería con "tonteria". Le quise dar a entender que estaba furiosa. Con la cara empapada de lágrimas secas seguía en pie aún sin entender como.
-Me estabas buscando, ¿qué querías?
Cambió de tema, estaba mas seco que yo, y parecía muy enfadado.
-¿Qué paso la otra noche?
Le pregunté veloz.
-Nada.
Me espetó en la cara con rabia. 
-¿Cómo que "nada"?
Le repliqué.
-Nada.
Me repitió lentamente, escupiendo con odio las letras de la palabra, y desapareció.
-Alex, joder, vuelve aquí.
Grite con un odio que me asustó hasta a mi.
-¿Qué?
Me dijo por detrás de mi. Me di la vuelta y le contesté.
-¿Qué te pasa? ¿Qué nos pasa? 
No pude evitar echarme a llorar.
-¿Que que me pasa? Que estoy harto.
-¿Harto de qué?
-Harto de la misma mierda de siempre.
-Pero...
-No, no me pongas peros, no hay peros que me valgan. No puedo más, voy a acabar pronto con este sufrimiento que nos ata a los dos, voy a acabar pronto con todo esto.
-Venga, no digas tonterías, ¿qué vas a hacer?
-¿Que qué voy a hacer? Voy a romper el único lazo que nos une. Así tu podrás ser libre y estar con quien quieras y yo no tendré que sufrir o preocuparme por nada. 
-¿Qué? ¿Ser libre? ¿Cómo que ser libre?
-Sí, que te dejo, que lo nuestro se acabó. Vete con chicos que puedan quererte de verdad, y sobretodo, que puedan demostrártelo.
-¿Estás de broma?
-No, no es ninguna broma. Ya no hay nada que nos ate, ya puedes irte, y no hace falta que vuelvas, que yo sabré cuidarme solito.
-Alex, para por favor, para, sabes que no es eso lo que quiero. 
-Me da igual lo que quieras, eres una niña mimada, no siempre vas a tenerlo todo.
-Alex, para, por favor...
-¿Que pare de qué? ¿De decir la verdad? No se de que te quejas enserio. Madura por favor. 
-¿Qué madure? ¿De qué vas?
-Mira cierra la boca y vete por donde te has venido y ves a llorarle a ese chico tan guapo que te salvó la otra noche. Seguro que él te es más útil que yo.
-Así que es eso, ¿no? ¿Celos? ¿Estás celoso?
-¿Celoso yo? ¿De qué? Si tu y yo ya no somos nada.
-Alex, que él es solo un amigo joder.
-Pues eso, vete con tu "amigo" a que te seque las lagrimitas y te de unos cuantos abracitos. Pero a mi déjame en paz, me aburren tus historias de cría.
-Alex joder, ¿no te das cuenta de que me estas haciendo daño?
-Alicia joder, ¿no te das cuenta de que me das igual?
En aquel instante me desvanecí. Me dejé caer, me perdí, me ahogué entre lágrimas. Él no pudo sostener mi cuerpo, tan solo me vio caer y golpearme fuertemente contra el suelo. Me miró con los ojos muy abiertos. Yo abrí los ojos de golpe recobrando la respiración y la consciencia. Pero para entonces, Alex ya estaba demasiado lejos como para escuchar mis gritos de dolor. O no, pero los ignoró por completo, desapareciendo entre la niebla. Yéndose para no volver, como me acababa de decir. Me eché a llorar, ahora si que estaba sola de verdad.



lunes, 4 de noviembre de 2013

Capítulo VI

Me dejó justo en la puerta de casa. Bajé de la moto y le devolví el casco. Nos quedamos unos segundos mirándonos. Ninguno sabía que decir. Nos echamos a reír. 
-Vendré a verte pronto.
Me dijo sonriente. Yo solo le sonreí y le abracé. Seguidamente caminé hacia la puerta casa. ¿Estaba sonriendo? Hacia demasiado que no sonreía, de verdad que no entendía nada de lo que me estaba pasando. Pero fue simple, bastó con agarrar el pomo de la puerta de casa para aterrizar en la realidad. Para darme cuenta de que aquí todo seguía igual. Las llaves se me cayeron al suelo, me agaché rápidamente para recogerlas. Él todavía estaba allí, sentado en la moto, parada, observando todos mis movimientos con sus perfectos ojos azules. Parecía que quisiera asegurarse de que entraba en casa. Abrí la puerta del jardín, gire la cabeza, una última sonrisa antes del adiós definitivo. Cerré la puerta tras de mi. No me atreví a dar un solo paso más. Mi mundo se volvió a hacer pedazos, se volvió a romper. Todos los recuerdos aparecieron en mi cabeza como puñales que se clavan una y otra vez. Ahora no tenía a nadie para abrazarme. Aunque no se por que me importó tanto, hacía mucho tiempo que estaba sola. No entendía por que esta noche lo había cambiado tanto todo. Parecía que ahora no sabía cuidarme por mi sola o algo y esa sensación no me gustaba nada. Me sequé las lagrimas con el puño, alcé la cabeza y avance por el camino de piedras que cruzaba mi pequeño jardín. Entré en casa, como si no hubiese pasado nada. La cara de susto de mi madre no tenía precio. No saludé, directamente subí a mi habitación. Era raro que ninguno de los dos hubiese venido detrás de mi gritándome o comiéndome la cabeza con cualquiera de sus preguntas estúpidas. Cuando entré en mi cuarto cerré la puerta con pestillo, como siempre. Me cogí un conjunto más abrigado y me di un baño de agua caliente. Me cambié, me arreglé, incluso me maquillé. Hoy me sentía especial, y aunque no había quedado con el chico de los ojos azules, iba a ir a la explanada verde, a verle a él, al chico que me había dejado allí tirada la noche anterior y que ni siquiera se había molestado en preguntar por mi, en ver si me encontraba bien; teníamos demasiadas cosas de las que hablar...
Se hicieron las nueve de la tarde, no bajé ni a comer ni a cenar. Seguía sin tener demasiada hambre, aunque ya no se si era el hambre o las pocas ganas de tener que aguantar sus constantes preguntas durante la cena lo que me impedía comer. Bajé las escaleras con la cabeza bien alta y entré a la cocina a por un vaso de agua. 
-¿Has quedado con alguien?
Me preguntó mi padre bastante animado al verme tan arreglada.
-¿Con quién va a quedar? Si no habla con nadie, como va a tener amig...
A mitad frase mi madre se calló, se dio cuenta de que estaba hablando muy alto y de que la había oído. Apreté el vaso de cristal con fuerza hasta hacerlo reventar. El suelo se lleno de pequeños cristales y profundas gotas de sangre. Salí corriendo de allí, corrí calle abajo hasta alejarme lo suficiente de mi casa como para no oír los gritos entre mis padres. Me miré en el reflejo de un charco. Me sentía ridícula. Me quité el maquillaje con las manos, casi parecía que me lo estaba arrancando con los puños de tanto frotar. El pelo se me había ondulado con la humedad, estaba horrible. Corrí hasta la explanada, esperando que él estuviera allí, esperando que el recuerdo que todavía me quedaba de él volviera de nuevo para aclarar por qué se había ido, por qué me había dejado tirada... Pero cuando llegué, él no estaba.






Capítulo V

-Es hora de que te lleve a casa.
Me dijo sonriente y calmado. Llevábamos horas hablando, hablamos de tantas cosas... Hacía tanto tiempo que nadie se molestaba en escucharme o en entenderme. Se puso de pie. Llevamos las tazas vacías a la cocina, cogimos los cascos y salimos a fuera. Ya era de día.
-¿Qué hora es?
Le pregunté algo extrañada. Él saco el móvil para mirarlo.
-Las 14:00.
Dijo algo extrañado. 
-Joder que rápido se me ha pasado la noche.
Dije entre risas.
-Y ami.
Dijo sonriendo.
-Pf si es que ya es la hora de comer.
Dije con voz cansada y esperando algo como "¿Te quieres quedar a comer?", pero parece que he perdido un poco de practica en eso de las indirectas.
-Tus padres deben de estar muy preocupados.
Me dijo cambiando de tema. Eso me enfadó.
-Ya están acostumbrados.
Le dije muy seria.
-Lo siento, se me había olvidado que eres una rebelde que nunca duerme en casa.
Me golpeó el hombro en plan "colega", eso me causó inseguridad, demasiada inseguridad. No se si estaba preparada para entender la broma que intentaba gastarme o si simplemente lo decía por rellenar el silencio. Después de una noche tan perfecta... ¿Qué le estaba pasando?
-Venga vámonos, me muero de hambre, será mejor que me dejes en casa ya.
Le dije para intentar demostrar indiferencia. Le di la espalda y fui caminando hacia la moto.
-Eh, venga, no te habrás enfadado, ¿no?
Me abrazó lentamente por detrás. Sus manos rozaron mis caderas y me sujetaron para que no siguiera caminando. Me sonrojé casi instantáneamente. 
-Lo siento.
Me susurró al oído muy muy bajito.
-Es que ha sido verte reír y te prometo que no se que me ha pasado, me he vuelto tonto de repente o algo, de verdad que perdón, no se porque te he dicho eso, enserio, ahora me siento imbécil...
Me siguió diciendo entre susurros. Poco a poco fui girando, hasta tener su cara justo enfrente de la mía. Me miro a los ojos fijamente.
-Tienes unos ojos preciosos.
Me dijo. Yo, por supuesto, sonreír como una tonta. Un chico con unos ojazos azules diciéndome que mis ojos son bonitos, "increíble", pensé.
-Gracias.
Me atreví a decir tontamente. De repente vi como su cara poco a poco se acercaba a la mía. ¿Iba a besarme? Me asusté, no estaba preparada para aquello. De repente noté sus labios en mi mejilla.
-Gracias por esta gran noche, pero es hora de irnos.
Me dijo, me soltó y subió a la moto. Yo fui detrás suya como una bala, pero todavía seguía en shock. Arrancó el motor y nos fuimos de allí. Durante el camino no podía parar de pensar en ese beso, insignificante para él pero demasiado para mi. Hacía demasiado tiempo que nadie me besaba. Que vale, que sí, que tan solo fue un beso en la mejilla, pero eso no era lo que me preocupaba. Lo que me preocupaba era la necesidad que había sentido al notar sus labios acercándose a mi. La necesitad de que ese beso se hubiera perdido entre mis labios y no en mi mejilla. ¿Qué me estaba pasando?