domingo, 1 de septiembre de 2013

Capítulo I

Su pregunta fue clara:
-¿Estás bien?
Mi respuesta parece que le asustó:
-No.
Aparté la cara, no podía seguir mirándole a los ojos, no podía dejar que sus bonitos ojos marrones vieran como mis ojos se encharcaban. Su mano agarró mi barbilla, girándome suavemente hacia él. Mi mirada seguía clavada en el suelo. Él me alzó la cara despacito, y con suavidad intentó secarme las lágrimas con sus pulgares. Yo le sonreí, aunque más bien lo que hice fue fingir una sonrisa. Él se quedó observando paralizado mi sonrisa y dijo:
-Tienes una sonrisa demasiado bonita, que pena que la escondas tanto. 
Le miré extrañada y dejé de sonreír algo decepcionada. Entonces sus pulgares volvieron a intentar dibujar una sonrisa en mi rostro. Se me quedó mirando fijamente y soltó una pequeña carcajada.
-Que perfecta eres cuando sonríes, pero cuando sonríes de verdad, no cuando finges esa falsa sonrisa que demuestra que por dentro estás rota.
Después de pronunciar esas palabras con dureza y dolor, me soltó la cara, apartó la mirada y se calló. No me gusta el silencio, así que le miré asustada pero no parecía importarle, me ignoró por completo, ignoró mis lágrimas, ignoró mis suspiros. Él tan solo se tumbo en la verde explanada y esperó a que empezara a amanecer. Yo no me atreví a tumbarme a su lado, me limité a quedarme sentada junto a él. De vez en cuando lo miraba de reojo, yo no se si el se molestó en mirarme a mi, solo se que yo no podía parar de mirarle. De repente empecé a temblar, tenía muchísimo frío y recuerdo que pude notar como algo caía suavemente sobre mi espalda, me giré para ver que era. Un poco sorprendida le miré:
-Gracias por la chaqueta, tenía frío.

No me respondió. 
-Quería preguntarte algo...
Mi voz temblorosa pareció llamar su atención.
-Dime.
Me contestó con fuerza.
-Aquel siempre que me prometiste... ¿lo sentías de verdad? Es decir... 
No me dejó acabar la frase, me cortó de golpe.
-¿Que si te quería de verdad? Pues si, desde el primer momento que te vi, desde el segundo cero, todo lo que sentí por ti fue real, fue sincero. Sabía perfectamente que siempre iba a estar a tu lado. Y aquí me tienes, viéndote llorar y sin poder hacer nada, tú no sabes lo difícil que es esto para mi. 
Otra lágrima cayó por mi mejilla.
-Pero...
Volvió a interrumpirme.
-Por favor, deja de llorar, no puedo verte así y menos sabiendo que esas lágrimas son por mi.
Me sobresaltó eso último que dijo, y con fuerza le contesté.
-No puedo dejar de llorar sabiendo que no puedo tenerte, sabiendo que no puedo besarte, ni abrazarte... Intento conformarme con escuchar tu voz o con verte sonreír, pero es que cada vez que sonríes... Es que es imposible no querer besarte cada vez que sonríes. Y no puedo, no puedo casi ni tocarte... Tenerte al lado es como tenerte a mil kilómetro. Verte es echarte de menos. Es difícil, por lo tanto no me pidas que no llore, porque pedirme que no llore es pedirme que no te eche de menos y no echarte de menos es olvidarte. Y eso nunca, nunca, ¿entiendes?.
Vale eso último se lo dije gritando, pero... ¿y que?. No podía más. Él solo se limitó a mirarme, entre asustado y confuso, cabizbajo. Tambaleó la cabeza de lado a lado y desapareció como siempre. Y allí estaba yo sola en mitad de la noche, muerta de frío, temblando. Decidí levantarme y regresar a casa, no podía más con esta situación.

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