viernes, 13 de septiembre de 2013

Capítulo II

Cuando fui a levantarme noté como mis piernas empezaron a temblar, no podía casi ni mantenerme en pie. Intenté dar un paso al frente, pero caí. Mis rodillas golpearon fuerte contra el suelo, pude escuchar el crujido que soltaron al golpearlo. Me hundí en la húmeda hierba. Apreté las manos con fuerza, dirigiendo un fuerte golpe hacia el suelo. Un pie, una mano, el otro pie... Intenté levantarme una vez más y cuando por fin parecía que ya estaba de pie y estable, tropecé. Tropecé con el deseo de desaparecer, tropecé con su recuerdo, tropecé con el triste hecho de que no tenía a donde ir, no podía ir a mi casa a las 6 de la madrugada, demasiadas preguntas. Mire al suelo y me eché a llorar. Esta vez me dejé caer. Aflojé las piernas y me dejé caer. Mi cuerpo, ahora inerte, surco los aires durante unos breves segundos antes de golpear fuertemente contra el suelo. Me quedé allí tirada, temblando. Todo empezó a volverse borroso, cerré los ojos, solo quería desaparecer. Pero de repente noté algo extraño. Cuando abrí los ojos ya no estaba en el suelo tirada, ya no estaba allí perdida. No se que era ese lugar pero me gustaba. Ya no tenía frío. Debía ser un sueño pero me daba igual. De repente escuché su voz:
-¿Qué haces tu aquí?
Era él.
-¿Dónde se supone que estoy?
Le pregunte algo molesta por su reacción.
-Se supone que tu no puedes estar aquí, se supone que aquí solo pueden estar las personas que están en...
La expresión de su cara cambió completamente. Su mueca de terror consiguió ponerme los pelos de punta. No terminó ni la frase simplemente desapareció. No recuerdo bien lo que pasó después. Los recuerdos están borrosos. Pero si que se a donde fue él. Él fue en mi busca y siempre que él me busca, me encuentra. Y así fue, y tanto que me encontró. Tirada en el suelo de aquella explanada, mojada y a punto de congelarme. Empezó a gritar mi nombre con fuerza, intentaba que me despertara pero yo apenas lo escuchaba. Para mi era como un dulce susurro que se perdía. Él gritaba y gritaba, pero para mi no era más que un eco que no iba a ninguna parte. Las palabras empezaron a perder sentido. Mi vista empezó a nublarse. De repente algo tambaleó mi cuerpo con fuerza. Un pequeño rayo de esperanza rozó mi corazón haciéndome abrir los ojos. Dirigí mi mirada hacia, hacia... ¿dónde estaba él?

2 comentarios: