viernes, 13 de septiembre de 2013

Capítulo III


-Siento ser yo quien te despierte, supongo que estarías esperando a tu príncipe azul pero parece que se ha retrasado un poco...
Mi mirada seguía atónita. Mi cara ahora mismo debía ser un cuadro. 
-¿Que haces aquí tirada sin chaqueta y sin nada? Anda toma la mía, debes de estar helada.
El chicos de los ojos azules seguía hablándome mientras me colocaba su chaqueta sobre los hombros. 
-Gracias.
Conseguí decir al final con una voz entre cortada. 
-Venga ponte de pie, te acercaré a casa.
Me dijo amablemente mientras agarraba mi mano con fuerza y me levantaba del suelo. 
-¡No!
Espeté con fuerza.
-¿Como?
Me pregunto asombrado.
-Que no puedo volver a mi casa.
Le dije cabizbaja.
-Bueno, vamos a hacer una cosa. Vente a mi casa y nos tomamos una taza de chocolate caliente mientras me explicas que hacías aquí tirada a las 6 de la madrugada y por que no puedes volver a tu casa, ¿vale?
Me dijo con una voz relajada. Levanté la cabeza posando mi mirada sobre la suya y asentí. El me sonrió y me ofreció su brazo para agarrarme.
-Cógete a mi, no vaya a ser que te caigas. 
Me dijo más sonriente aún. Salimos caminando de aquella explanada hasta llegar a la carretera donde tenía aparcada una moto. Me ofreció un casco, el se puso el suyo y subió. Una vez arrancada la moto me dijo entre risas:
-¿Puedes subir o te ayudo?
Le miré sonrojada, nunca había subido en una moto de esas. Y tras un rato observando como subir, pegué un salto y me senté.
-Agárrate a mi cintura, no vaya a ser que te vueles.
Me dijo mientras me guiñaba el ojo. Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Por qué? No lo entendía. Arrancó la moto y aceleró con fuerza alejándonos de aquel lugar. Giré la cabeza para ver si él estaba allí. Para ver si tan solo se había molestado en preocuparse por mi, en ver si yo estaba bien. Pero no le vi. ¿Donde estaba? ¿Por qué me había dejado sola en aquel lugar tan extraño que ya casi ni recordaba? Aunque... ¿que más daban ahora todas esas preguntas? Estaba en una moto, abrazada al chico que hacía 10 minutos me había salvado de congelarme, el chico cuyos ojos habían conseguido hacerme sentir cosas que hacía tiempo que no sentía. La velocidad empezó a aumentar. Eché la vista hacia delante y lo abracé con fuerza.
-Gracias.
Le susurré al viento que azotaba mi cara. Mientras con una mano conducía, posó la otra sobre mi rodilla y la apretó con fuerza. La verdad es que aquel gesto me tranquilizó bastante, aunque no se bien porque. Soltó mi rodilla con suavidad, agarró la moto y aceleró más. Cerré los ojos, solo pensaba en alejarme de aquel sitio, de aquella explanada, de lo recuerdos, de los problemas, de él, de todo...

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