lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo XII

Hola Alex, porque estés donde estés necesito que escuches esto...
Es fácil perder el norte, es fácil perderte entre tantas miradas, entre tantas falsas sonrisas, entre tantos abrazos de compasión. Tanta gente diciéndote que todo irá bien... Unos te miran, con lástima, otros solo con odio, te culpan por algo que tú no has hecho, por algo de lo que sin ser culpable te arrepientes. ¿Por qué? ¿Por qué a mi? ¿Por qué yo? Suena tan egoísta que jamás me lo pregunté. Los primeros días fueron algo turbios, borrosos. Silencios que rellenaban los huecos en blanco de mi memoria. Tan solo recuerdo las risas y ese beso en el cuello que te di segundos antes de que nuestro coche chocara de frente con aquel camión. Llovía tanto... La visibilidad era tan poca... Cerré los ojos, cuando los abrí estaba empapada dentro de una ambulancia, giré la cabeza y allí estabas tú, tumbado, tu cabeza iba de lado a lado con los giros bruscos que el conductor daba. "No te duermas", "No cierres los ojos", "Alicia, no te vallas"... Eran tantos los gritos de voces desconocidas que golpeaban mi cabeza... Pero yo seguía mirándote, primero sonriente, luego... luego me di cuenta de que no respirabas, de que no conseguían reanimarte... Me intenté incorporar "¡Alex!", "¡Alex dime algo!", "Alex...". No reaccionabas, tu cuerpo estaba inerte, tirado junto al mío. Los enfermeros me sujetaron mientras gritaba y lloraba desconsolada. Cuando abrí los ojos estaba en lo que parecía la habitación de un hospital. Gire la cabeza hacia un lado, luego hacia el otro, el intento de buscarte, la esperanza de pensar que estarías junto a mí fue inútil. Mi madre estaba junto a mi cama, dormida en una butaca que parecía de lo más incómoda. Miré el reloj, eran las cuatro de la madrugada. Me quité todos los cables y las agujas y me levanté, despacio, en silencio. Salí al pasillo, mire en todas y cada una de las habitaciones de la planta y no estabas. Pensé lo que era evidente, que te habías ido, que me habías dejado sola aquí, rodeada de gente que solo iba a hacerme daño, gente que iba a hacerme preguntas para las cuales yo no tenía respuestas. Ni lloré; tú y yo nos habíamos hecho una promesa "Siempre juntos" y yo no iba a romperla. Subí a la azotea por las escaleras de emergencia, supuse que a esa hora no habría nadie por allí. Cada escalón que pisaba era un recuerdo volviendo a mi mente, un beso tuyo, un abrazo, o la primera vez que te vi, aquella petición de amistad en Facebook o aquel primer "Hola" que me dijiste en aquel parque, planear nuestro futuro juntos era tan bonito... Pisé el último escalón con fuerza y abría la puerta de la azotea. Una puerta gris y pesada, ella era la única que habría podido evitar lo que iba a hacer, pero ni ella consiguió frenarme. Caminé, con la cabeza alta hasta el borde y me senté encima. Mis piernas colgaban, la calle desierta junto a mis pies. Los coche aparcados entre la oscuridad parecían juguetes desde esta altura. Balanceé los pies una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... Y justo cuando tenía claro que iba a saltar, que te iba a ver al otro lado...
-Alicia, ¿qué haces aqui?
¡Eras tú! 
-¿Alex?
Te sentaste junto a mi, en el borde entre la vida y la muerte.
-¿Para que has subido aquí? Hace un frío horrible.
Me preguntaste. Yo lloraba, lágrimas de felicidad, así decidí llamarlas, porque a la vez que lloraba sonreía, me sentía estúpida, creía que te habías ido pero no, seguías vivo, estuve a punto de romper nuestra promesa.
-Quería tomar un poco el aire, no sabía donde estabas, no se muy bien que ha pasado.
Le mentí, no había subido para tomar el aire, pero lo otro si que era verdad, las piezas del puzzle no cuadraban.
-Ya la verdad es que yo tampoco se que ha pasado, recuerdo que salimos a cenar y te estaba llevando a casa, pero... esto no es tu casa. ¿Dónde estamos Alicia?
-¿No te lo han dicho?
-¿Decirme el qué?
-¡ALICIA! ¡DIOS MÍO! ¿QUÉ HACES AHÍ SENTADA? ALICIA POR EL AMOR DE DIOS NO HAGAS NINGUNA TONTERÍA, POR FAVOR.
Era mi madre, parecía que se había vuelto loca o algo, no paraba de gritar.
-Mamá tranquila estoy aquí tomando el aire y hablando un poco con Ale... ¿Alex?
No estabas, ¿te habías ido? Lo primero que hice fue mirar hacia abajo asustada, pero tampoco te habías caído. Miré de aquí a allá pero no estabas por ninguna parte.
-Cariño, aquí no hay nadie...
Dijo mi madre en voz baja acercándose poco a poco.
-Pero... ¡Si estaba Alex hace un momento!
Supongo que mi madre no se atrevió a decírmelo estando yo sentada allí.
-Ven cariño, entremos dentro, tengo algo que contarte...
Me cogió del bazo y me ayudó a bajar, me llevó lentamente hasta mi habitación, me sentó en la cama, se sentó en el borde de esta, me agarró las manos con fuerza y me lo dijo:

No hay comentarios:

Publicar un comentario