lunes, 2 de junio de 2014

Capítulo XIV

Estaba allí, viendo reflejado en mis ojos el accidente de aquella noche. Conducías tranquilo, la radio estaba apagada y tu y yo charlábamos sobre esa película que nos había gustado tanto. Entonces las luces de aquel camión te deslumbraron, quisiste acelerar para perderlas de vista pero te chocaste con el de frente. A partir de aquí ya no recordaba nada. Sentada en el borde de aquel puente con los ojos empapados de lágrimas que no entendían nada. Hacía un esfuerzo por llenar esos espacios en blanco pero no había manera. Me sentía más sola que nunca. Quería irme, de verdad que lo necesitaba, irme a donde fuera que estuvieses tú joder...
-Yo alargué el bazo para que no te chocaras con el cristal de delante, di un volantazo intentando esquivar al camión, pero este nos arroyó, ¿ves ese hueco vacío del puente? Si ese hueco de allí que no tiene barrera. Chocamos contra él y fue incapaz de parar nuestro coche, caímos al río.Vi como el agua nos inundaba, como poco a poco nos devoraba. Te miré, lo sentía tantísimo... Oí los pitidos de los coches, parece que alguien se lanzó al agua para sacarnos. Te desabroché el cinturón y alguien rompió la ventana y te sacó a la superficie. Fui a desabrocharme el mío pero... Estaba enganchado, no conseguía soltarlo. Forcejeé con él pero no hubo forma de soltarlo. Pensaba que ese era mi final, que nuestra historia se acababa aquí. Cerré los ojos y me dormí pensando en ti. Cuando desperté estaba en un sitio tranquilo, un sitio un tanto peculiar. De repente algo me hizo aparecer en aquella azotea junto a ti, por un momento pensé que todo había sido un sueño. Después de aquello caminé perdido hasta llegar a  lo que parecía la habitación de un hospital. Había alguien tumbado en la cama, era yo. Oí al médico como le decía a mi madre que me había quedado en coma, que había estado demasiado tiempo debajo del agua. Mi madre le preguntó que si había posibilidades de que yo me despertase algún día, él le dijo que sí. Una entre un millón... Pero le dijo que yo era un muchacho fuerte, que lo conseguiría. Necesitaba encontrarte, decirte lo que estaba pasando, pero no sabía como. Y aquí estoy, ni se cómo ni se por qué, pero te tengo aquí.
Era verdad joder, estabas ahí, a mi lado junto a la barandilla de aquel puente. Yo seguía sin poder creerlo, notaba un vacío tan jodidamente grande en el pecho. Me aupé a la barandilla.
-¿A donde vas?
Gritaste asustado.
-Contigo.
Te dije muy segura.
-Esto no funciona así.
-Alex, no pienso romper la promesa que nos hicimos.
-Yo tampoco la voy a romper, te lo juro, me voy a despertar, pero por favor, necesito que bajes de ahí y que me prometas que me esperarás el tiempo que haga falta.
-Pero Alex, yo..
-¡PROMÉTELO!
Bajé temblando de la barandilla.
-Te lo prometo.
Te dije mirando hacia el suelo.
-Ahora mírame a los ojos y promételo de verdad.
Te mire a los ojos llorando.
-Te lo prometo.
Sonreíste, llorando tú también y te esfumaste entre la niebla.
Las cosas cambiaron tanto desde entonces... Me aislé del mundo, cada noche quedábamos en aquella explanada alejados del mundo, hablábamos durante horas, e incluso días. Dejé de ir a clase, dejé de pasar por mi casa. Yo solo me limité a desaparecer del mundo. Y ahora aquí estoy, sentada en la terraza en casa de Adrian, sin ti. No se como hemos llegado a esto la verdad. Al principio me dolió tantísimo... Pero ahora... Ahora me da igual.
-¿De verdad te da igual Alicia?
-Si.
-No sabes mentir.
-Intento que me de igual, ¿vale? Fuiste tu el que decidió acabar con esto.
-Y tú la que decidió sustituirme.
-Yo no te he sustituido Alex.
-¿Y ese tal Adrian?
-Un amigo.
¿Por qué le estaba mintiendo?
-Alicia, ¿con quién hablas?
Eran Adrian, había vuelto de comprar la cena.
-Con nadie, solo estaba pensando en voz alta.
Alex me miró con cara de odio y se esfumó.


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